Superhombre: Anarquismo Vs. Neoconservadurismo

En uno de mis tantos temas incomentables que suelo tratar -es cierto, lo triste es que ni yo mismo sabría que comentarme en este blog-, traté el tema del superhombre o el ubërmensch (por aquí). Un concepto filosófico inventado por Nietzsche, mi amigo muerto y filósofo alemán, pero que en aquel momento no quise relacionar con ninguna ideología en particular, puesto que mi intención era ser objetivo. Pero ya no, y seré increíblemente subjetivo e inclusive con favoritismos =D

En lucha de esta noche tenemos: en la esquina izquierda, con más de cien años de historia, y muchos partidarios alrededor del mundo, enmarcada en muchos tipos de formas y tendencias que luchan contra el poder y por un mundo construido por los principios de igualdad y libertad... Aquí está ¡EEEl Anarquismoooo! heeee huuuu huhuhuhu. Del otro lado, en la esquina derecha, tenemos a un novato, entrenado por una vieja ideología afianzada en las tradiciones, las normas morales, las leyes y el orden... Pero que ha venido hoy con intenciones de superar a sus maestros... ¡Aquí está! ¡EL Neoconservadurismo! Buuu buuuuuuuuuuu buuuuuu

Primero, me meto con aquello que no me compete -como siempre-. Es necesario que defina "neoconservadurismo", porque es un concepto muy fácil de malinterpretar. El neoconservadurismo es una ideología política, originada en los EE.UU. (y casi exclusiva de los EE.UU.), que tiene unos principios muy claros, sobre todo en lo que se refiere a la política exterior. Este neoconservadurismo tuvo su auge durante el pasado gobierno de George W. Bush, y es el que originó la guerra de Iraq.

Por el otro lado, el anarquismo, aún mucho más fácil de malinterpretar, puesto que normalmente se asocia la anarquía con el cáos o el desorden, pero nada más lejos de eso. Los anarquistas proponen la destrucción de las actuales formas de organización social, y en vez de ellas, construir formas de organización social que no estén basadas en jerarquías, y que funcione bajo la voluntad individual, sin ningún modo de coacción. En pocas palabras, quiere decir la desaparición del Estado, del gobierno, de las leyes, de las policías, de los militares, de las prisiones, de los impuestos, y de todo el aparato estatal, pero no sólo eso, sino también de todo aquello que implique relaciones jerárquicas, como las de obrero-patrón, sacerdote-súbdito, Dios-creyente, lo que implica la desaparición del trabajo asalariado, y con ello la propiedad y el capitalismo, así como también de las iglesias y la religión. (Supongo no fueron "pocas palabras" jeje). De ahí que el anarquismo se le clasifica en extremos opuestos: entre cáos y utopía, ambos por personas que lo más probablemente no entienden al anarquismo.



Ambas ideologías, aunque diametralmente opuestas, se guían intencionalmente o sin querer queriendo, por la filosofía del superhombre.

El neoconservador -a veces llamado sencillamente "neocon"-, de día es un caballero andante -y recalcitrante-, pero de noche es un pragmático. De día, defiende las ideas morales, sobre todo las cristianas, como las ideales que debe tener todo hombre. También es un férreo defensor de la democracia y la libertad -entendiendo la libertad del liberalismo-. Entiende que la democracia es el mejor sistema conocido hasta el momento, y el que más prosperidad ha generado, y desea que este se extienda por todo el mundo para compartir los mismos beneficios. Por eso el neoconservador siempre se ha mostrado como férreo contrincante de gobiernos dictatoriales alrededor del mundo, como el de Castro en Cuba o el antiguo régimen de Saddam Hussein en Iraq. Por eso, no teme enfrentarse a ellos -aunque sea en solitario-, y hará todo lo que sea necesario -incluso la guerra- para llevar esa democracia y libertad que consideran justa e ideal.

El anarquista, de día es un rebelde, cínico e irreverente, al cual el mundo le sabe a mierda, pero de noche es un romanticón empedernido. Entiende que el mundo actual se ha construido a través de las mentiras y la hipocresía, por lo tanto, su verbo y sinceridad son sus armas más brutales contra aquello que lucha. Odia los protocolos, porque la verdad disfrazada es una mentira bien vestida. Expresa lo que siente tal y como lo siente. La mentira se inventó porque la verdad es cruda y cruel, y a pocos les gusta escuchar la cruel verdad, y menos son capaces de soportarla. Por eso el anarquista tiende a verse como una persona muy cruda, cínica y hasta cruel, porque está harto de las hipocresías y las mentiras que han construido en el mundo en el cual vive. Odia las costumbres, porque odia la monotonía, odia vivir como un borrego que sigue a un pastor o como una hormiguita sin razonamiento, odia que se le imponga una lista de las cosas que son -supuestamente- correctas e incorrectas, sin dejarle tiempo para que pueda ejercer su razón. El anarquista guarda mucho odio dentro de sí mismo, pero a la vez tiene mucha fe. Tiene la convicción de que aquello que desea algún día se logrará, y hay pocas cosas -por no decir ninguna- que se pueda hacer para que se olvide de ello. Si no tuviera esa fe, el anarquista sería una persona muy inestable, y quizás hasta peligroso. De ahí tenemos el ejemplo del Unabomber, un anarquista que le gustaba enviar sus mensajes en formas de bombas, y mal ejemplo a usar a favor del anarquismo.

Pero después del día llega la noche. El neoconservador es un conocedor, un pensador, un filósofo, y probablemente conoce a Platón. El neocon se recuerda que el aristócrata/superhombre de Platón es un hombre que tiene habilidades casi natas, y por lo tanto, tiene el deber de conducir al resto, menos afortunado y habilidoso de la sociedad, por el buen camino. Para usar palabras más vulgares: el neocon entiende que todos lo que le rodean son unos idiotas ignorantes -y quizás sea cierto-, por lo tanto, esa pobre gente necesitan que alguien, una persona de grandes conocimientos -que por casualidad suele ser él mismo-, evite que los demás que somos idiotas nos muramos de tanto golpearnos contra las paredes. El neocon realmente no cree en el "bien y el mal", ni siquiera cree en la moral, ni mucho menos en Dios o en las religiones, ni en las costumbres, y ni siquiera en las ideologías... Entiende muy bien que son sólo inventos infantiles de los seres humanos. Pero que sean inventos o mentiras no quiere decir que sean inútiles. La gran mayoría de las personas todavía cree en esas tonterías, y no sólo eso, entiende que intentar convencer a las personas de lo contrario es completamente inútil. Es muy difícil convencer a las personas de que, por ejemplo, Dios es tan cierto como Santa Claus y los elfos. De hecho, sabe que las personas comunes quizás simplemente no tienen la suficiente capacidad intelectual para superar esos prejuicios, por lo que en vez de intentar una misión en vano, utiliza todos esos prejuicios como métodos para facilitar el control de las masas. Los neocons se ven a sí mismos como unos "buenos pastores".

El neocon no necesita una moral, pero los demás sí, porque sin ella muchas personas se desviarían y se perderían. Las personas necesitan -mas bien "quieren"- un Dios, porque las personas comunes no pueden darle un sentido propio a sus vidas. Las personas necesitan una rutina, un horario, una costumbre, porque realmente no necesitan ejercer demasiado su entendimiento. Por eso el neocon acude a las mentiras, como el modo de lograr aquel ideal -su ideal- de sociedad que considera "perfecta". El neocon no ha dejado de ser un idealista, es uno de los más férreos, pero "El fin justifica los medios": así que "Hágase justicia aunque el mundo perezca".

De aquí parto a la política exterior de George W. Bush (Alias Mr. Danger). El gobierno anterior de Mr. Danger careció de aquel enemigo común que solía tener la sociedad norteamericana durante la Guerra Fría. Después de la caída de la Unión Soviética, EE.UU era un país sin enemigos... Al menos enemigos potencialmente peligrosos. El periodo de la guerra fría facilitaba mucho las cosas, ya que lo único que tenían que entender los estadounidenses es que ellos (EE.UU) eran los "chicos buenos" y aquellos (la URSS) eran los "chicos malos"... Ah! ¡Que tiempos aquellos donde todo era más sencillo! Una posible guerra entre las dos potencias pudo haber traído una catastofre nuclear sobre el mundo, lo cual haría que el más valiente se moje los pantalones. Este sentimiento de terror y pánico hacía que el pueblo estadounidense se unieran y trabajaran en conjunto con un mismo fin: vencer a la URSS. Pero ahora, ya no hay un enemigo. Ya no existe esa necesidad de que el pueblo estadounidense se una a favor de una meta... ¿Unirnos? ¿Para qué? Si ya no tengo miedo, me siento excelente. Los neocons consideraban que esa falta de un enemigo común ocasionaba la disgregación de la sociedad norteamericana. Ocasionaba un inminente caos.

Los sucesos del 11 de septiembre en Nueva York, fue como si Dios hubiese enviado un avión del cielo y lo estrellara contra las torres gemelas. Fue un hecho que impactó al mundo entero, y para los neocons, era una nueva oportunidad. Ellos entendieron que el terrorismo islámico podía ser el sustituto de la antigua Unión Soviética, ahí tienen ese nuevo enemigo común que tienen los norteamericanos para unirse a favor del bien común. Y de hecho, lo lograron, y se demostró con la reelección de Bush. Así, de repente, un país tan atrasado y destrozado como Afganistán, se convierte en una gran amenaza para la seguridad nacional, regional, mundial, universal y ancestral-postapocalítptica de todos los tiempos, tan sólo porque tenían la corazonada de que ahí estaba Osama Bin Laden, por lo tanto, había que enviar marines a uno de los países más pobres del mundo. De hecho, desde los últimos años se repotenció y exageró una lucha contra el terrorismo, que lo único que ha hecho es exacerbar el miedo y el pánico entre la población estadounidense. Un miedo que en realidad es infundado, puesto que las muertes por terrorismo se pueden calcular en unos cuantos miles (seré sincero, no pude encontrar las cifras) alrededor del mundo, mientras que las muertes por accidentes de tránsito se calculan en millones (1,2 millones al año según la OMS) alrededor del mundo. Si lo vemos de ese modo, los accidentes de tránsito son una amenaza más grave para la seguridad que el terrorismo, y ni me hagan hablar sobre el tabaco o el alcohol, unas verdaderas armas de destrucción masiva. Pero eso no le importa al neocon. El terrorismo es escandaloso, es sorprendente, mientras que los accidentes de tránsito son comunes y no aparecen por televisión a menos que alguno de los autos tenga un bomba que pudiera destruir la mitad de una ciudad.

Pero todavía faltaba algo, un "yo no se qué" que de verdad asuste a la gente. El terrorismo es una amenaza muy abstracta, muy parecida a Dios: no sabes cuando vendrá, no sabes donde será, ni sabes como será. Darle un cuerpo a las cosas hace que poder amarlas u odiarlas sea más fácil. Ahí entra en la escena Saddam Hussein y la certeza de que había armas nucleares en Iraq. Para iniciar la guerra de Iraq, claramente el gobierno de los EE.UU. mintió sobre la existencia de armas de destrucción masiva en ese país. Pero recordemos que los neocons son idealistas, y cambiaron rápidamente el discurso afirmando que la verdadera intención de la invasión a Iraq era con el fin de liberar a ese pueblo del yugo de un dictador e instaurar una democracia liberal. Y está muy bien sabido que los países demócratas no son una amenaza para la seguridad de EE.UU. o del mundo occidental (Al menos en teoría). Es decir, "El fin justifica los medios".

Continúa la noche, y el anarco afloja sus estribos. La razón por la cual el anarquista desea con tanta ansia cumplir con su ideal es porque el mismo ha sido presa de todo aquello que detectó como su enemigo: las mentiras (origen de las injusticias). Y muchas veces, el anarquista ni siquiera necesita vivirlo en carne propia para hacerlo, puesto que tiende a ser muy empático y sensible, y puede sentir el dolor ajeno como si de sí mismo se tratara. Es un luchador, pero también un egoísta, porque entiende sólo dejará de sentir dolor cuando todos a su alrededor dejen de sentirlo también. Entiende que no hay ninguna diferencia entre sí mismo y los demás, y no le queda más remedio que actuar.

No todas las mentiras son de su incumbencia. Si le dices, por ejemplo, que tu novi@ te engañó, te aseguro que poco le va a importar -yo te pediría que me devuelvas el tiempo perdido-, a menos que este te conozca y te estime -pero eso es otro asunto. No todos los inventos humanos son estúpidos o abominables. A un anarco le puede gustar mucho el fútbol, y gritar ante un gol como cualquier otro... Pero aun así, está consciente de que el fútbol son 22 sujetos que no tienen nada mejor que hacer con sus vidas que ir detrás de una pelota... Y mejor ni hablemos del árbitro. Las mentiras que el anarco identifica como su principal objetivo son: el Estado, el capital, la iglesia, la religión y los prejuicios. Y lo demás no será de su incumbencia a menos que su ideal de igualdad y libertad sean afectados.

El anarco reflexiona mucho, quizás reflexiona más de lo que actúa. Necesita entender el mundo que le rodea, porque del mismo modo en que no se puede arreglar un reloj sin estudiarlo antes, no se puede cambiar el mundo sin entenderlo. De ahí que el anarco sea un sujeto más o menos estudioso, y casi siempre inteligente. Aunque, sin duda el anarco siente placer al aprender, pero no es sólo el disfrute lo que lo motiva -eso es sólo un bono-, sino su ideal. De hecho, el anarco tiende a estar muy consciente de lo que ocurre en el mundo. La verdad, el anarco puede fácilmente pasar por un egocéntrico: ¿Quien puede ser más egocéntrico que aquel que desea cambiar al mundo?

Del mundo obtiene su significado de igualdad. Normalmente se suele rechazar el significado de igualdad porque es obvio que los seres humanos no somos iguales: no pensamos igual, no sentimos igual, y ni siquiera nos vemos igual... Pero al anarquista no le importa eso. El es un realista, le importan las cosas reales, y sabe que las ideas y los sentimientos no son más que el producto de las circunstancias. Las ideas pueden ser falsas o ciertas, y los sentimientos cambian como el clima. Pero hay algo que todos podemos hacer, que es siempre cierto y nunca cambia, y eso es que todos podemos pensar, todos podemos sentir, todos podemos amar, todos podemos odiar, no importa si lo hacemos de modos distintos, todos lo podemos hacer... Eso es lo que el anarquista considera real o verdadero. Eso es lo que nos hace iguales y hermanos ante sus ojos. Al anarquista le importan los verbos, no los sustantivos ni los adjetivos. Así es su igualdad.

A pesar de que el anarco considera a todos como sus hermanos, él mismo es un extraño en su tierra. Se instala en una sociedad que no es de su gusto, y tiene soportar y convivir con aquello que lucha. Es un marginado y un incomprendido, puesto que por más que explique y más razones que de a su favor, es muy difícil hacer que la gente olvide sus prejuicios. El anarquista sabe muy bien, al igual que el neocon, que aunque le muestres la luz a un necio, este simplemente se negará a aceptarla. Es como la mujer fundamentalista cristiana que adora a un Dios y una religión que le niega derechos y es tan solo un sujeto secundario. De hecho, las mujeres ni siquiera pueden llegar a ser Obispos, ni sacerdotes, ni mucho menos Papas. A pesar de ello, la mujer defenderá con todo su ser a su Dios y su religión que en el fondo sólo la perjudica. Pero al anarquista no le importa, tiene la fe de algún día eso cambiará. Del mismo modo en que cambió la monarquía, la esclavitud, el feudalismo, el anarco espera que lo actual también cambie. Nada es constante ni eterno, ni siquiera los dioses lo son.

No sabría decir si el anarquista tiene más odios que amores, pero si que el amor de aquello que ama es más intenso que aquello que desprecia. De algún modo compensa su desprecio por el Estado, por el capital, por la Iglesia, por la religión, por los prejuicios, con el amor que siente por el mundo entero. Por eso el anarquista siente desprecio por la patria y los nacionalismos, porque sin importar en que parte del mundo se encuentre, su igualdad no reconoce límites, ni razas, ni géneros, ni ideologías; por eso el anarquista puede mezclarse tan fácilmente con otras tendencias, como las ambientalistas, puesto que también siente ama a todos los seres vivos; por amor desea que todos seamos libres. Pero también por amor determina su forma de actuar. Los cristianos de la inquisición también mataban a los infieles por el amor que sentían hacia ellos, puesto que deseaban que el infiel cambiase de religión, porque de lo contrario no podían salvar su alma. El cristiano creía que hacía el bien, lo mejor para la persona. Es decir, para el cristiano de aquel entonces "el fin justifica los medios". Al contrario, para el anarco, "el fin DETERMINA los medios", y prefiere retardar su ideal si ello pudiera perjudicar a alguien más. Eso lo diferencia del neoconservador. Y por eso el anarquismo está muy relacionado con los movimientos pacifistas. De hecho, el ideal del anarquismo es el mismo ser humano en sí, no es un objeto abstracto. No es un objeto como Dios en el cristianismo, o como la revolución en el comunismo, o como el derecho o la democracia en el liberalismo, o como el orden en el fascismo, no es un ser que no se ve, es el mismo y sus iguales. Y el ser humano sólo puede ser tal, cuando éste, y todos los que le rodean, son libres, y por lo tanto iguales. Por ende, el anarco nunca puede ir en contra de algo que perjudique a nadie, ni siquiera a uno solo.

El anarquista detesta la llamada "moral", porque la verdad es que lo bueno y lo malo no existe, son sólo puntos de vista. El mundo es demasiado complejo para dividirlo en blanco y negro. La realidad es que "todo está permitido", y en eso se parece al neocon. Lo que lo diferencia es que el anarquista desea que cada quien ejerza su razón y determine por sí mismo que es lo bueno y lo malo, mientras que el neocon te dirá que es lo bueno y lo malo, con el fin de que no te esfuerces demasiado. Lo mismo ocurre con las costumbres. El problema que ve el anarquista sobre las costumbres es... ¿Cómo una persona va a abandonar sus prejuicios si ni siquiera está dispuesto a reconocer que sus costumbres son inventos superfluos? Si uno mismo no está dispuesto a cambiar y arriesgar, ¿Cómo puedes esperar que los demás lo hagan?

El anarquista es un destructor, no un constructor. Tiene más críticas que propuestas, lo que lo convierte en un ingenuo. De hecho, su crítica es la poderosa de todas las ideologías, y es normal que los liberales, los comunistas, los cristianos, o cualquier persona, se sienta intimidado por él: a muy pocos les gusta que se les cuestione (En lo personal, a mi me divierte mucho cuando me cuestionan). Pero destruir no es sinónimo de algo malo. Por ejemplo, una explosión volcánica es uno de los eventos naturales más destructivos del mundo, y arrasa con toda la vida y la belleza que se encuentre por su camino. Pero esta explosión trae consigo muchos minerales, que son muy ricos en nutrientes para las plantas y para la vida en general. De hecho, la tierra volcánica suele utilizarse en la jardinería por esa misma razón. Por eso, después de cada erupción volcánica, la vida suele aparecer rápidamente y quizás hasta mejor que antes... al menos hasta la próxima erupción. El anarquista plantea lo mismo: destruír lo viejo para crear lo nuevo, pero no sabe qué será lo nuevo, ni cómo llegar a él... Quizás tenga unas ligeras ideas, pero nunca demasiado complejas. Él no tiene un plan de gobierno como un partido político, ni jamás lo tendrá, porque él desea que esa sociedad ideal sea construida entre todos, no por él mismo o un grupo. He ahí el ejemplo de un ingenuo.

Tanto para el anarquismo como para el neoconservadurismo, las verdades absolutas no existen. Aunque no niego mi inclinación hacia el anarquismo, ambas ideologías están conscientes de que no son la gran panacea o la respuesta a todos los problemas, si no tan sólo una de tantas respuestas posibles. Pero de nuevo, el anarquismo es sincero al respecto, y lo admite; y el neoconservador también lo admite, pero como la verdad es que "todo está permitido", usa las mentiras y el miedo como herramientas de manipulación. En cambio, en el anarquista sólo desea convencer, sin amenazas ni miedos, quiere ayudar a que los demás lleguen a las mismas conclusiones que él tuvo, y que lo deseen tanto como él.

La ideología más relacionada con el superhombre de Nietzsche es sin duda el anarquismo. Sé que probablemente idealicé un poco más al anarquismo, pero si crees que ellos están en lo cierto, muy seguramente no entendiste el punto. Pero como yo no soy un neocon, te dejo que lo averigües tu sólo.

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