Brasil y Turquía a la calle: Diferencias y semejanzas

El pingüino se ha convertido en uno de los emblemas de las protestas antigubernamentales en Turquía. La aparición de este símbolo se debe a la escasa cobertura de las protestas por parte de los canales de televisión del país, concretamente a la emisión de un documental sobre pingüinos en un canal turco en un momento en el país estaba inmerso en las protestas.


Desde hace varias semanas, se ha iniciado un estallido social en países que parecieran tener poco en común: Turquía y Brasil. Una enorme distancia separa a estos países que tienen una política, cultura, religión, muy distintas entre sí, y que a simple vista parecieran sólo compartir el título de "economía emergente". ¿Cuales son las diferencias y semejanzas entre ambos casos?

Veamos primero: ¿Cómo comenzó todo? Muchos podrían decir que los movimientos sociales en dichos países son exagerados porque empezaron por menudeces. En el caso turco, primero en comenzar, se debió a la pérdida de uno de los últimos espacios verdes de la ciudad de Estambul, el parque Gezi, para la construcción de un centro comercial. En Brasil, todo empieza como parte del aumento del pasaje del transporte público en 20 centavos (de 3 a 3,20 reales) en Sao Paulo. Como dije antes, esto puede ser intrascendente para muchos, pero en realidad representa la última gota que derramó el vaso, un catalizador de las protestas. Así es como cosas muy comunes, como la construcción de un centro comercial o el aumento del pasaje se convierte en una protesta política y social, ya sea contra la corrupción, las políticas públicas, la represión policial, manejo de los recursos públicos, etc.

Contexto Interno:


Por supuesto, a nivel interno cada país tiene su particularidad. Sin embargo, ambos casos resaltan en común porque demuestran que la prosperidad económica no puede comprar la estabilidad y, ni mucho menos, que el crecimiento económico se traduce en inclusión social. Por supuesto, hay países más desarrollados que éstos, pero esas economías están atravesando una grave crisis económica desde hace algunos años, y donde era previsible el surgimiento de movimientos sociales, como los Indignados en España o #OccupyWallStreet en EE.UU. Pero, en los casos de Turquía y Brasil, estos superaron la crisis mundial, con unas economías crecientes y fueron tomados como ejemplos a seguir. Entonces, ¿Por qué protestar y no salir a celebrar?

Primero, el caso turco. Turquía adopta un sistema de democracia parlamentaria, similar al resto de Europa. El gobierno derechista de Erdogan, primer Ministro, desde hace 10 años en el poder y elegido mayoritariamente en 3 ocasiones, se ha caracterizado por un creciente autoritarismo, por avanzar en la islamización del Estado y la sociedad, y de crecientes violaciones a los derechos humanos. Desde el 2011, el AKP, partido en el poder, ha incrementado la restricciones sobre la libertad de expresión, la libertad de prensa, el contenido de la televisión, el uso de Internet y el derecho a reunirse. También ha tomado medidas legales contra los medios críticos al gobierno, como por ejemplo, una multa de 2.500 millones de dólares a un medio de comunicación. También está la aprobación de una reforma educativa a favor de la introducción de elementos islámicos en la enseñanza, la limitación del consumo del alcohol, la prohibición total del aborto, la oposición a la comunidad LGTB, la detención de algunas personas acusadas de blasfemia, la prohibición de besarse en lugares públicos y la construcción de un puente en honor al controvertido sultán otomano Selim I. Por el lado económico, Erdogan es un islamista neoliberal, y ha seguido las recetas del FMI al pie de la letra, lo que ha significado la privatización de numerosos servicios públicos y unas cuantas patadas a los derechos laborales.

Por el lado de Brasil, este posee un sistema presidencialista, igual que el resto de América Latina, y diferenciándolo de los turcos. Dilma Rouseff, presidenta en el poder desde el 2011, es sólo la continuación del gobierno de Lula Da Silva, por lo cual se asemeja con Turquía en largos periodos de una misma política, e incluso en el hecho de que no existieron unas protestas de gran magnitud en décadas. Tanto el gobierno de Lula como el de Dilma, son gobiernos caracterizados por ser de izquierda moderada y pragmática. Tras haber sido seleccionada para numerosos eventos deportivos (Copa Confederaciones, Copa del Mundo y las Olimpiadas), el Estado de Brasil empieza a hacer gasto público en instalaciones deportivas en detrimento del gasto social. Además, la construcción de las mismas se ha hecho con el incumplimiento de los derechos laborales, con salarios miserables e incumplimiento de pagos, con huelgas laborales en los últimos meses[1]. También, la construcción de las sedes de los campeonatos amenazaban tanto la calidad de vida, la cultura local y la indígena, como por ejemplo, las expropiaciones de hogares y la ocupación de un territorio indígena para construir estacionamientos [2]. En el caso de las violaciones a los derechos de los pueblos indígenas, es necesario recordar la construcción de la represa de Belo Monte, la que sería la tercera más grande del mundo, pero que destruiría gran parte de la biodiversidad del Amazonas y las etnias indígenas que la habitan. El enorme crecimiento de Brasil le ha llevado a convertirse en un nuevo centro de poder, un nuevo imperialismo, donde no sólo inunda de productos a los mercados vecinos, sino que interviene en ellos para satisfacer sus intereses, como en la destrucción del TIPNIS (Bolivia) para construir una carretera que conecte a Brasil con el Pacífico.

Sin embargo, en ambos casos, comparten el rasgo de que sus respectivos gobiernos no supieron como actuar ante las protestas, lo que llevo a una férrea represión y ésta a su vez a más protestas. En el caso de Brasil, las policías han tenido un adiestramiento casi militar para enfrentar al crimen organizado en las favelas, que ha devenido en serias represiones y violaciones a los derechos humanos a lo largo de los años, por lo que no impresiona la fuerte represión en las manifestaciones.

Al ser estos movimientos espontáneos y apartidistas, o mas bien, anti-partidistas, producto del hartazgo de la realidad política y socio-económica, carecen de un liderazgo visible y objetivos claros, y por lo tanto, los gobiernos (y los medios de comunicación) no saben a quien dirigirse para negociar y calmar las aguas. Esto se evidencia en los discursos de ambos mandatarios, que se dirigen al colectivo pero a la vez demandan la presencia de representantes de las protestas. Hay una crisis en la democracia representativa, y un gran número de personas no se ven representadas en los políticos y sus partidos, independientemente de la ideología que sea.

Las redes sociales también juegan un rol importante, al igual que en la Primavera árabe. Por un lado, las redes sociales mejoran las capacidades organizativas de las manifestaciones, aumentan la organización horizontal y el prescindir de liderazgos. Del otro lado, las redes sociales mejoran la difusión de la información y los acontecimientos, y sobre todo, dicen lo que los medios tradicionales de comunicación callan. El ejemplo más notable es Turquía donde sólo los medios internacionales cubrían las protestas. Nada por las pantallas de la televisión nacional turca. El gobierno de Erdogan se ha caracterizado por sus ataques a la libertad de expresión y de prensa, por lo que los medios de comunicación están controlados por el gobierno, lo cual explica el descaro informativo.

Los comunicados de ambos gobiernos presentan una gran diferencia entre sí. El gobierno derechista y conservador islámico de Erdogan calificó a las manifestaciones como un intento de desestabilización y terrorismo. En el lado brasilero, el gobierno fue mucho más cauto, reconociendo que son "reivindicaciones justas" y señalando grupos minoritarios violentos en las manifestaciones. Rousseff ha tomado una decisión más inteligente (y demagógica), ya que intenta disuadir a los manifestantes y demostrar que es innecesario salir a protestar, e incluso planteó la posibilidad de una referendum para una constituyente. Pero algo comparten, y es que casi no hubo palabras en contra de la brutal represión policial.

Contexto Internacional:


El gran problema actual para Brasil es la "demanda China". El bajo crecimiento de EE.UU. y la Unión Europea implica una menor demanda de productos, los cuales muchos son "Made in China". Esto afecta la exportaciones, la producción china y la demanda de materias primas, y al ser Brasil un exportador de materias primas, se está viendo cada vez más afectado por la crisis económica actual. Y por supuesto, como un efecto dominó, esto afecta también al resto de los países latinoamericanos. Desde el punto de vista político, Brasil se ha mostrado como aliado de la izquierda radical latinoamericana, al ser complaciente y hacerse la vista gorda ante distintas situaciones en el lado del hemisferio. De ahí que la izquierda radical latinoamericana, a pesar del justo reconocimiento que les hace personalmente Dilma Rouseff, califican a las protestas como un intento de desestabilización de los grupos locales opuestos al gobierno o del imperialismo yankee. Sin embargo, la política exterior de Brasil es más pragmática que radical, por no decir que hace todo según sus intereses. Así, Brasil observa a los EE.UU. más como un socio que como un enemigo o rival, e igual los EE.UU. hacia Brasil. De hecho, según la palabras del vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, hay “una nueva era” en las relaciones entre EE UU y Latinoamérica, y “no hay un socio mejor que Brasil para este empeño” [3]. Esto, por supuesto, con miras al potencial energético que tiene Brasil, y esquivando las balas que representa la inestabilidad política venezolana para el abastecimiento energético estadounidense. Esta relación entre EE.UU. y Brasil es en parte para que EE.UU. aproveche el creciente protagonismo regional que tiene Brasil y, de paso, hacer contrapeso al protagonismo que tiene China en la región.

Turquía, al ser la puerta que separa Occidente de Oriente, es históricamente un punto estratégico desde un punto de vista económico y militar. Del lado económico, si antes era la "ruta de la seda", ahora es la "ruta de los oleoductos y gasoductos[4]". Desde el punto de vista militar, ser la ruta entre Occidente y Oriente también posee gran peso estratégico, pero también el hecho de que tiene una gran cercanía con los países árabes, por no decir petroleros. Por más paradójico que pueda sonar, el gobierno autoritario y conservador islámico de Erdogan es aliado del gobierno -dizque- democrático, liberal y laico de Obama. Pero esto no es sorpresa, porque Turquía, desde la Guerra Fría, ha sido tradicionalmente un aliado de EE.UU., y esto se evidencia en que Turquía es miembro de la OTAN desde 1952. En la actualidad, todavía hay bases estadounidenses en Turquía[5], que en el pasado ya facilitaron la invasión a Irak. De otro lado, Turquía es poco amigable con el gobierno de Al Assad en Siria, lo que lo haría un punto ideal de partida en caso de una posible intervención internacional en Siria por parte de la OTAN. La posibilidad de un cambio de gobierno turco, puede cambiar este escenario, sobre todo porque parte de las exigencias de los manifestantes es el rechazo a la política exterior turca, en especial en el caso sirio, que muchas veces viene cargado con un tono bélico. Y por supuesto, esta situación es muy perjudicial para los intereses del mundo occidental.

Conclusión


Algunos me podrán regañar porque, con mucha razón, dejo muchos factores por fuera en este texto. Pero que a mi criterio esos serían los puntos más relevantes y que afectan a los países involucrados, y sobre todo, los que pueden incidir en las protestas.

¿Qué pasará con las protestas? Lo previsible es que disminuyan con el tiempo, pero eso es algo que lo dirá el tiempo y su población. Su sostenimiento en el tiempo dependerá de la ausencia de liderazgos. La organización horizontal es el fuerte de estas protestas, y la presencia de un liderazgo, reconocido por los participantes, sólo aumenta las posibilidades de los gobiernos para comenzar una negociación y calmar el espíritu de las protestas. Los medios de comunicación tradicionales pueden incidir en esto, ya que suelen salir en búsqueda de voceros que representen a una manifestación, generando así liderazgos artificiales: quien sale más en la TV es el líder la protesta. ¿Por qué es importante la horizontalidad de la protesta? Porque demuestra que se trata de un movimiento social y no de un movimiento político. De hecho, a diferencia de la Primavera Árabe, pocos manifestantes en Brasil están pidiendo un cambio de gobierno, sino más bien mejoras de condiciones y quizás un cambio de actitud de los políticos; sucede lo contrario en Turquía, donde se culpa más Erdogan que al propio Estado. No son manifestaciones revolucionarias -aunque en ellas haya presencia de grupos de izquierda-, sino reformistas, ya que no demandan un nuevo modo de organización política y social. Sin embargo, eso no quiere decir que no pueda tener un final revolucionario, ya que históricamente hay revoluciones que empezaron exigiendo reivindicaciones y terminaron cortando cabezas. Esta posibilidad aumenta con la crisis de la democracia representativa y el modo tradicional de hacer política (la gente no confía en los políticos), que ocurre no sólo en estos países, sino a nivel global.

Las protestas no son propiamente anarquistas, ya que no tienen el contenido ideológico necesario, sin embargo, resultan similares en algunas acciones y preceptos. En las revoluciones liberales el pueblo se dio cuenta de que no se necesitaban reyes para gobernar al país, que podían hacerlo ellos mismos; quizás algún día llegaremos a una revolución donde el pueblo se de cuenta de que podemos organizarnos nosotros mismos sin necesidad de presidentes, primeros ministros y entre otros burócratas de la tendencia política que sea. Para los grupos anarquistas que están por allá, este sería un buen momento para actuar.

NOTAS:
[1]. Trabajadores paralizan obras en estadio brasileño Maracaná: http://spanish.peopledaily.com.cn/31615/8134140.html
[2] Copa Mundial amenaza a indígenas en Brasil: http://www.dw.de/copa-mundial-amenaza-a-ind%C3%ADgenas-en-brasil/a-16084858
[3] Biden: “Brasil es el mejor socio para una nueva era entre EEUU y Latinoamérica”: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/29/actualidad/1369855815_802752.html
[4] Todos los gasoductos llevan a Ceyhanhttp://www.presseurop.eu/es/content/article/107211-todos-los-gasoductos-llevan-ceyhan
[5] Bases americanas para atacar Irak: http://www.mundoarabe.org/bases_americanas.htm

Víctor M. Camacho

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