La desobediencia como motor de la humanidad



Parafraseando a Marx a mi conveniencia, creo que la historia de la humanidad es la historia de la lucha por la libertad (desobediencia). A diferencia del alemán, quien sostenía que la lucha de clases es el motor de la historia, yo voy más allá y puntualizo que la desobediencia es el motor de la humanidad, que no sólo se da entre diferentes clases sociales, sino también dentro de ellas.

Podemos empezar con el Génesis en la Biblia. Ahí veremos como, a través de la historia de Adán y Eva en el Edén, la desobediencia se constituye como una parte intrínseca al ser humano, trayendo consigo tanto buenas como malas consecuencias. ¿La mala? Ser expulsado de la utopía (que como buena utopía, no existe). ¿La buena? Adquirir conocimiento y consciencia de uno mismo y del mundo que nos rodea.

Otro alemán que me cae mucho mejor, cuyo nombre es Erich Fromm, hace una interpretación interesante del Génesis y afirma que este era un paso importante para la autonomía del individuo. Él ve en la historia una alegoría de la necesidad del individuo por ser independiente, de lograr las cosas por sí mismo y, por lo tanto, de desafiar a Dios mismo para lograrlo. Para Fromm, la historia del Edén es una expresión del ser humano y de su lucha constante por querer ser libre, sin nada que lo oprima, lo cual incluye a Dios y sus "reglas". Una vez que el ser humano tomó del fruto prohibido, se hizo consciente de sí mismo, y notó que ya no era parte de la naturaleza, a la vez que todavía seguía siendo parte de ella (Por ello es que el hombre se sintió "desnudo" y "avergonzado" cuando comió del fruto). El hombre era ahora un animal con consciencia.

Pero no es la primera ni única historia de desafío a los dioses. Cuenta la mitología griega que Prometeo, osado Titán al que gustaba provocar la ira de Zeus, llevó a éste a tal punto de cólera que terminó por quitar el fuego a la humanidad. Pero Prometeo entró sigilosamente en el Olimpo, robó tan preciado tesoro del carro del dios Helios y, sin perder tiempo alguno, lo devolvió a la humanidad. Prometeo, de manera similar al dios burlón de los nórdicos, Loki, se caracterizaba por su astucia, engaños y rebeldía; y aún así, es considerado el protector de la humanidad. Zeus castigaría a Prometeo atándolo a la cima de una montaña, en la que un águila gigante se comería sus vísceras, moriría y reviviría (dado que es inmortal), repitiendo la misma tortura todos los días.

Otra historia contada por Platón en su obra "El banquete" es el mito de los andróginos o "mito de las almas gemelas": seres que tenías 2 cabezas, 4 brazos, 4 piernas, y que podían ser tanto de hombre y mujer, como de mujer-mujer y hombre-hombre. El algún momento, estos seres humanos, considerados perfectos, se les ocurrió la fabulosa idea de invadir el Olimpo, ya que ellos consideraban que merecían un lugar entre los dioses. Zeus se percató de esta osadía y los dividió a la mitad con un rayo, dejándolos con 1 cabeza, 2 brazos, 2 piernas, imperfectos... e incapaces de rebelarse y enfrentarse a los dioses. De este mito surge la idea de las almas gemelas.

Volviendo a la mitología de las religiones abrahámicas, ¿Ellos no tienen un ser taimado y rebelde como Loki y Prometeo? Por supuesto. Se cuenta que Lucifer, que quiere decir "Lucero de la mañana", era el más hermoso y poderoso ángel creado por Dios, pero que, en un momento de soberbia, de querer igualarse a Dios, se alzó en su contra y terminó siendo desterrado del cielo, junto con un ejército de ángeles caídos. Es gracioso considerar que, si Prometeo fue el protector de la humanidad por llevarles el fuego, ¿Que sería Lucifer quien instigó al ser humano a comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal?

Ahora bien, ¿Qué tienen en común todas las historias que acabo de relatar? El miedo del poderoso a la igualdad, de su miedo a la libertad de los demás. Dichas historias dejan como moraleja que todo intento de rebelión será suprimido, aplastado y tendrá terribles consecuencias. Sin embargo, a la vez, dejan constancia de la necesidad permanente del ser humano de buscar la igualdad, de buscar la libertad.

Para Karl Marx, las clases sociales pueden entenderse de dos formas: 1) grupos de individuos que se definen por una misma categorización de sus formas de relacionarse con los medios materiales de producción (particularmente la forma de obtención de sus rentas), o 2) una conciencia de clase entendida como la creencia en una comunidad de intereses entre un tipo específico de relaciones socioeconómicas. En ese sentido, y como señalé al principio, la desobediencia no es un hecho aislado que ocurre entre diferentes clases sociales, también puede ocurrir dentro de una misma clase, que a su vez pueden tener gran incidencia en la historia. No es sólo la rebelión de un hijo contra sus padres, ni de estudiantes contra los maestros.

El movimiento del cristianismo protestante, iniciado en primer lugar por Martín Lutero y luego por Juan Calvino, un claro acto de rebelión en contra de la autoridad de la Iglesia Católica, viene a demostrar en cierta manera esa necesidad de cuestionar a las autoridades e, incluso, de las doctrinas que ellos nos imponen y a ser libres de crear o interpretar nuevas ideas. Esto fue un acto de lucha por la libertad dentro del estamento religioso de la época. De hecho, el protestantismo sentaría las bases para el concepto de libertad religiosa, que a su vez incidiría en el futuro en otros conceptos en el ámbito de los derechos humanos, como la libertad de prensa, la libertad de expresión, libertad de pensamiento; ideas que a su vez incidirían en los movimientos revolucionarios en EE.UU., Francia y los procesos de independencia en América Latina y el Caribe. La necesidad de libertad es como una pequeña chispa capaz de incendiar un bosque.

Situación similar podríamos observar en el caso del movimiento feminista, del movimiento antiracismo y del movimiento de diversidad sexual, los cuales pueden tener miembros de diferentes clases sociales, tendencias políticas o grupos étnicos, pero todos tienen en común la búsqueda de igualdad (libertad) frente a otro grupo social.

Pero la rebelión no es, ni siquiera, grupos de personas contra otro grupo de personas; la rebelión de una sola persona también puede ser suficiente para causar gran conmoción en el mundo. Ejemplo perfecto de ello es el caso de Edward Snowden, ex agente de la CIA y de la NSA de EE.UU. Snowden hizo público los diferentes programas utilizados por las fuerzas de inteligencia de ese país, en la que no sólo espiaban ciudadanos de otros países, sino a los ciudadanos de su propio país, e incluso otros Jefes de Estado. Otros casos similares de filtraciones de información han ocurrido, como lo fueron los de Wikileaks y los Panamá Papers, actos de rebeldía con la finalidad de denunciar los abusos cometidos por las autoridades.

El auge del fascismo a principios del siglo XX, así como el auge del populismo en el siglo XXI, son movimientos que tienen como trasfondo el miedo a la libertad. Ambos coinciden en la necesidad de un líder fuerte, que haga del Estado aquél que vele por los intereses de la nación, a la vez que restringe, no sólo las libertades individuales, sino la capacidad de la sociedad de autoorganizarse y dar respuesta a los problemas.

A pesar de tanto miedo a la libertad, la rebeldía vende. Todos quieren ser rebeldes y, en muchas ocasiones, quieren presentarse como tales para conseguir aceptación, inclusive aquellos que tienen poder (político, económico, religioso, etc). El cristiano se presenta a sí mismo como un oprimido luchando contra las fuerzas del mal; el liberal se presenta a sí mismo como un oprimido luchando la burocracia y el aparato estatal; el socialista se presenta a sí mismo como un oprimido luchando contra el imperialismo y el capitalismo; y así sucesivamente, todos son -aparentemente- David contra Goliat, porque esa historia encanta a las masas. Esa es la rebeldía como campaña de marketing, explotando la necesidad del ser humano de ser independiente; pero que pocos cambios reales genera en el mundo.

Volviendo al mundo antiguo, quiero recordar a dos filósofos rebeldes que murieron por cuestionar ideas: Sócrates y Jesús de Nazareth. Ambos hombres, de quienes es posible dudar de su existencia porque no dejaron nada escrito, paseaban por las respectivas calles de sus ciudades, hablando con las personas, colocando en duda preceptos y costumbres. Uno se divertía preguntando "¿Qué es la justicia?", haciendo sentir estúpida a la gente por no saber la respuesta; el otro salvaba mujeres de ser apedreadas según la Ley de Dios. Los poderosos de su momento vieron en ellos una amenaza a su autoridad, así que a uno lo hicieron beber veneno y al otro lo crucificaron. Sin duda, ambos representan a aquel filósofo-rebelde que conmueve al mundo.

En los años 60, el psicólogo Stanley Milgram inició un experimento (conocido como "Experimento de Milgram") que da muchas luces sobre el tema que nos atañe. Él mismo describe su experimento de la siguiente manera:
Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.
Stanley Milgram. The Perils of Obedience (Los peligros de la obediencia. 1974)
La gran conclusión que se puede obtener de dicho experimento es que hay una relación muy estrecha entre la autoridad y la crueldad, debido a que el ser humano promedio -contrario a lo que se cree- no desea hacerle ningún daño otro, pero en cuanto entra la figura de la autoridad, bien sea esta política, religiosa, científica, o lo que sea, se está mucho más dispuesto a realizar actos muy crueles hacia los demás. Ello explica la razón de que una sociedad tan educada y culta como la alemana del siglo XX, haya cometido una de las atrocidades más grandes de la historia. "Yo sólo seguía órdenes", era y es la excusa predilecta.

A veces la solución no es aprender más, sino aprender a desaprender. Mi claro objetivo es el de derrumbar mitos, no solamente el de la "autoridad como mal necesario" (y por lo tanto, positivo), sino la de que el ser humano es "malo por naturaleza". Incluso, el mismo experimento de Milgram demuestra como un acto de rebeldía hacia la autoridad es suficiente para empujar a los demás a solidarizarse y defender al prójimo.

La libertad no hace al ser humano ni bueno ni malo, sencillamente lo hace humano. Y es esa lucha constante entre quienes quieren ser libres y quienes quieren oprimir la libertad, el motor de la historia de la humanidad.

Recomiendo ver el siguiente documental sobre el experimento de Milgram:



PD: Nótese que, para mi, la libertad y la igualdad son la misma cosa: No soy libre si no somos iguales; no podemos ser iguales si no soy libre.

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